En los últimos años, las regulaciones europeas sobre las emisiones contaminantes de los vehículos han adoptado un carácter más estricto. Este cambio ha incentivado a los fabricantes a explorar soluciones que permitan mantener niveles de potencia similares, pero con una reducción significativa en la emisión de contaminantes. Bajo este contexto, varios fabricantes han optado por reemplazar los habituales motores atmosféricos por motores sobrealimentados mediante turbocompresores.
A pesar de esta transición hacia la sobrealimentación, los motores atmosféricos continúan desempeñando un papel destacado en la industria automotriz, ofreciendo características distintivas que son difícilmente igualables por los motores turboalimentados. En este artículo, exploraremos las diferencias entre ambos tipos de motores, destacando sus particularidades, ventajas y desventajas, con el objetivo de proporcionar una visión completa de las características que definen a cada uno.
Principales diferencias
La diferencia fundamental entre un motor atmosférico y uno turboalimentado radica en la forma en que gestionan la admisión de aire y la compresión dentro del motor.
En el caso del motor turboalimentado, se utiliza un turbocompresor para aumentar la presión del aire antes de su introducción en el motor. Este componente consta de una turbina y un compresor. La turbina es impulsada por los gases de escape generados por el motor y está conectada al compresor, encargado de comprimir el aire ambiente. La mezcla resultante, ya comprimida, se introduce a presión en los cilindros a través de la válvula de admisión. Después de la entrada del aire, la válvula se cierra, el pistón asciende, comprimiendo la mezcla de aire y combustible. La ignición de esta mezcla provoca una explosión que impulsa el pistón hacia abajo, transformando la energía en trabajo mecánico.
En contraste, el motor atmosférico, también denominado de aspiración natural, prescinde de un mecanismo externo para dirigir el flujo de aire hacia los cilindros. En su lugar, la entrada de aire se produce a partir de la presión atmosférica. Durante la carrera de admisión, el pistón desciende, creando un vacío que facilita la entrada de aire atmosférico a través de la válvula de admisión hacia la cámara de combustión. Una vez que el aire ingresa al cilindro, la válvula se cierra y el pistón asciende, comprimiendo la mezcla de aire y combustible, con la subsiguiente explosión durante la ignición que impulsa el pistón y genera el trabajo mecánico.
Ventajas y desventajas
La ventaja principal del motor turboalimentado con respecto al motor atmosférico reside en su significativa eficiencia en términos de consumo de combustible. La mayor presión de aire en el cilindro se traduce en un mayor rendimiento mecánico, permitiendo que un motor sobrealimentado, a igualdad de potencia que un motor atmosférico, pueda tener una cilindrada menor y, en consecuencia, un menor consumo de combustible. Asimismo, en en entornos de altitudes elevadas, los motores turboalimentados mantienen un rendimiento más constante en comparación con los motores atmosféricos. Esto se debe a que estos últimos pueden experimentar una pérdida significativa de potencia debido a la menor densidad del aire, mientras que el turbocompresor compensa esta reducción de presión atmosférica.
Sin embargo, la gran fortaleza de los motores atmosféricos reside en su mecánica mucho más purista, con menos componentes móviles y, por consiguiente, menos piezas susceptibles a fallos. Además, su distintiva sonoridad lo dota de un carácter distintivo. Los motores turboalimentados, al canalizar el aire expulsado por una turbina, experimentan una notable reducción en su sonido, llegando al punto de recurrir a escapes deportivos o dispositivos acústicos para emular el inconfundible rugido de un motor atmosférico. En cambio, los motores atmosféricos, al permitir que los gases de escape circulen libremente a través del tubo de escape, sin obstáculos más allá del catalizador y el silenciador, generando un sonido hipnotizador para los amantes de las cuatro ruedas.
Es importante resaltar también que los motores atmosféricos destacan por su suavidad de funcionamiento, con una respuesta mucho más inmediata al accionar el acelerador que la de un motor sobrealimentado. En estos últimos, cuando el conductor presiona el acelerador, los turbocompresores requieren tiempo para alcanzar la velocidad necesaria y proporcionar una presión de aire significativa. Este intervalo de demora en la respuesta del motor se conoce como turbo-lag. En un motor atmosférico, esta demora es inexistente, ya que su curva de par es más lineal, lo que se traduce en una entrega de potencia más predecible y suave.
Conclusión
En resumen, la evolución en las normativas europeas sobre emisiones ha propiciado una transformación en la industria automovilística, impulsando el aumento significativo de los motores turboalimentados en la constante búsqueda de una mayor eficiencia en el consumo de combustible y la reducción de emisiones contaminantes. A pesar de que los motores sobrealimentados se están imponiendo en el mercado automotriz global, algunas marcas como Aston Martin y Lamborghini se resisten a abandonar los motores atmosféricos, aportando nuevas tecnologías para hacer frente a esta tendencia creciente de los motores turboalimentados.
La cuestión no radica en determinar si un motor es mejor que el otro, ya que en realidad no hay uno que presente una superioridad clara. La elección entre uno y otro dependerá de las preferencias y necesidades individuales del conductor, considerando factores como la eficiencia, la simplicidad mecánica y la experiencia de conducción.